martes, 8 de mayo de 2012

La superioridad moral de Caperucita Roja

MANUEL ARTERO RUEDA 
8 MAYO 2012


La madre de todas las paradojas de la economía de mercado es que el dinero es flexible aunque su esencia matemática del dos mas dos son cuatro es de una rigidez absoluta. Los grandes conceptos, las decisiones últimas, esas que nos influyen a todos en nuestra íntima cotidianidad como la la capacidad crediticia, el endeudamiento, la solvencia monetaria, o el propio valor en intereses del dinero, son subjetivas, ideológicas o políticas y dependen, fluctúan y cambian según las diga este o aquel.

Ahí esta el ejemplo del inefable socialista Tomás Gómez. El político que, como alcalde de Parla, ha dejado el bosque sin un árbol. Es decir ha despilfarrado el dinero público, a espuertas, y ahora el que fue su pueblo lo está pasando mal al asumir que su derroche económico e ideológico lo tendrán que pagar los nietos de los nietos de toda Parla.
Imagino que este ser está obsesionado con su ideología y que duerme bien por las noches porque de tanto leer el cuento de Caperucita Roja se lo ha acabado creyendo. Que para él, el endeudamiento y la economía improductiva eran esenciales en ese afán ciego por conseguir votos, porque al igual que Caperucita Roja, él es el bueno y quiere mucho a su abuelita. Y toda la razón sentimental de la existencia, la ética de los desfavorecidos  ante el lobo de los mercados está de su parte. Que él, con su rojez de caperucita, es el adalid de los vecinos y por ello su discurso es el único y verdadero.
Imposible olvidar la frase famosa de Bertrand Russell: El problema  con el mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”.

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